La UCA reveló que uno de cada seis asalariados pasa hambre en Argentina: crece la inseguridad alimentaria incluso entre quienes tienen empleo
El 15% de los trabajadores asalariados sufre inseguridad alimentaria y el problema se agrava en los informales y cuentapropistas. La precariedad y la pérdida del poder adquisitivo explican un fenómeno en ascenso.
Un nuevo informe de la Encuestra de la Deuda Social Argentina (ODSA) de la Universidad Católica Argentina (UCA) encendió las alarmas sobre la situación de los trabajadores del país: uno de cada seis asalariados -el 15%- pasa hambre o reduce la calidad de su alimentación por falta de recursos económicos.
El estudio, basado en el promedio de los últimos tres años, confirma que tener empleo ya no garantiza el acceso pleno a una dieta adecuada y revela una tendencia que se profundiza entre los trabajadores informales y los cuentapropistas.
Inseguridad alimentaria: qué es y cómo se mide
La UCA explica que la inseguridad alimentaria se evalúa a partir de preguntas sobre si los adultos o niños de un hogar debieron reducir porciones, saltear comidas o sintieron hambre durante los últimos 12 meses por falta de dinero.
El indicador diferencia entre:
- Inseguridad alimentaria moderada: dificultades frecuentes para cubrir necesidades básicas.
- Inseguridad alimentaria severa: episodios concretos de hambre.
Según el informe:
- 8,1% de los trabajadores ocupados está en situación severa.
- 11,5% enfrenta condiciones moderadas.
El relevamiento se realizó en grandes centros urbanos del país e incluyó 2.894 personas mayores de 18 años.
Los formales están mejor, pero no exentos: 7,4% de los asalariados registrados pasa hambre
Los datos muestran profundas diferencias dentro del mercado laboral:
- Asalariados registrados: 7,4% con inseguridad alimentaria.
- Asalariados no registrados: 30,3%.
- Cuentapropistas: 25%.
La precariedad, la informalidad y la pérdida del poder adquisitivo aparecen como los factores centrales detrás del deterioro.
Los investigadores sostienen que "el ingreso real insuficiente explica por qué, aun con empleo, miles de familias no logran cubrir sus necesidades básicas".
Un problema que crece: la evolución 2022-2024
El informe revela una tendencia preocupante:
- 2022: 17,3% de los ocupados tenía inseguridad alimentaria.
- 2023: subió a 18,8%.
- 2024: alcanzó 22,5%, el nivel más alto en tres años.
El deterioro fue especialmente fuerte entre los cuentapropistas, que pasaron de 22,1% en 2023 a 31,8% en 2024.
En contraste, entre los asalariados registrados el indicador bajó levemente de 9,1% a 7,8%.
Desigualdades territoriales y de género: el Conurbano, la zona más golpeada
Las diferencias por región muestran la profundidad del fenómeno:
- Conurbano bonaerense: 18,9% de asalariados con inseguridad alimentaria.
- Interior del país: 14,8%.
- Ciudad de Buenos Aires: 7,1%.
Entre los asalariados registrados, las brechas se acentúan:
- 10,5% en el conurbano.
- 7,4% en el interior.
- 1,8% en CABA.
En cuanto al género, las trabajadoras formales están más afectadas:
- Mujeres: 8,5%.
- Varones: 6,6%.
Qué dicen los especialistas: "El empleo ya no garantiza la alimentación básica"
La investigadora de la UCA Ianina Tuñón explicó que aún no hay datos de 2025, pero que podría existir una leve mejora vinculada a la baja reciente de la pobreza y la indigencia. Sin embargo, advirtió:
"Uno de los aspectos más afectados en 2024 fue la calidad de los alimentos consumidos. Muchas familias comen, pero no se alimentan bien".
El informe confirma un fenómeno estructural: el surgimiento del trabajador pobre, aquel que aun teniendo empleo regular no escapa al hambre.
Una radiografía crítica del mercado laboral argentino
En la Argentina actual:
- 19,6% de los trabajadores ocupados adultos sufre inseguridad alimentaria.
- La inestabilidad económica erosiona el ingreso real.
- La informalidad y la precarización profundizan la vulnerabilidad.
- El salario deja de ser garantía de bienestar básico.
Mientras el Gobierno debate una reforma laboral, las cifras de la UCA muestran que el empleo -formal o informal- ya no alcanza para llenar la heladera, un síntoma claro de un mercado laboral fracturado.









