Veinte años después, indemnizan a las víctimas del incendio de Kheyvis

La tragedia ocurrió en un boliche de Olivos, superpoblado y sin salidas de emergencia. Murieron 17 personas y 24 resultaron heridas. Hubo condenas, pero nadie estuvo preso. Recién ahora el municipio de Vicente López los resarcirá.



Una noche de diciembre con sudestada. Una fiesta de egresados en una disco de moda. Una capacidad de público excedida. Un incendio intencional. Una sola salida. Diecisiete muertos y 24 heridos. Tres condenados. Cero presos. Más allá del dolor por la pérdida y el recuerdo del horror para los sobrevivientes y los familiares de las víctimas, 20 años después de la tragedia de Kheyvis, en Avenida del Libertador 1965, no hay mucho más que números. Cifras relacionadas a aquella madrugada del lunes del 20 de diciembre de 1993, y ahora a una reparación económica que, al final y al cabo, será la única por el daño causado y gracias a un fallo de 2011 que aún no se efectivizó literalmente, a cargo de la Municipalidad de Vicente López, en cuya jurisdicción ocurrió el hecho.


La historia de la "causa Kheyvis" no sólo es sinuosa y burocrática como tantas otras, sino que también comparte vicios en común con aquellas donde impera la impunidad, dilatación de tiempos, la prescripción. Sobre los autores materiales del hecho, sólo un joven (que rechazó hablar con Tiempo Argentino para esta nota) fue imputado en los comienzos: estuvo preso 45 días en aquel verano, pero nunca se avanzó en pruebas concretas ni más allá de las sospechas y la justicia lo sobreseyó recién en 2006.


Respecto de otros delitos o prescribieron por el paso del tiempo o fueron por cuestiones menores. Osvaldo de Jesús, uno de los dos dueños del boliche (Jorge Fajardo, el otro, falleció aquel día) fue condenado por falsificar planos y habilitaciones a penas de prisión en suspenso, al igual que la arquitecta Sandra Ponce de León y la empleada municipal Ofelia Molina. Por eso es que la comuna del norte bonaerense fue la única –y recién por una sentencia de junio de 2011– condenada a indemnizar a víctimas y familiares, junto con la compañía de seguros Mapfre.


La justicia sí determinó que "el incumplimiento de las disposiciones del Código de Edificación y la propia decoración del lugar con materiales altamente combustibles propagó rápidamente el fuego", además de que el lugar tenía espacios que no estaban autorizados, techo de madera, material aislante de sonido, ruberoy, tejas, paja y cubierto de lona plástica. Tampoco se cumplía con el sistema de ventilación y había una sola entrada y salida, una abertura de madera con una hoja que abría hacia afuera y otra hacia adentro de un 1,83 metro de ancho, antecedida de otra similar de vidrio blindex. Allí se apilaron en una de las estampidas posterior al estallar el fuego.


El incendio se inició cerca de las 3 –una hora y media después de que abrieran las puertas– en los reservados. Se cree que un grupo de chicos jugaba con material combustible (licor, bencina) y un encendedor cuando las llamas tomaron algo de la decoración o un sillón. Un pacto de silencio, sobornos y/o impericia en la investigación no pudieron determinar más nombres, rostros, intenciones de los causantes, pruebas.


Tampoco nunca se sabrá cuánta gente había aquella noche, pero se calcula que 500 personas, muchas más de las que entraban. Además de que no existían salidas de emergencia visibles y habilitadas, las ventanas tenían trabas y una puerta que daba a un patio interno estaba cerrada con candado, dos decisiones adoptadas por los dueños para que no entrara nadie sin pagar o por fuera de la única entrada. Entre el viento y el material combustible el lugar se quemó en minutos convertido en trampa mortal.


La indemnización desde la municipalidad no se concretó antes porque desde 1987 el partido lo manejó –con mayoría en el Concejo Deliberante– Enrique "El Japonés" García, para quien esa noche se festejaba una fiesta privada y la Municipalidad no la había autorizado, aunque ocurriese en un lugar público. Incluso apeló aquella medida judicial en nombre de la defensa del interés de los consumidores. García, quien nunca se reunió con las familias o sobrevivientes, terminó su reinado de 24 años en diciembre de 2011 y entonces su remplazante, Jorge Macri, decidió hacerse cargo y reparar el daño. Macri envío en septiembre de este año al Concejo Deliberante un proyecto de acuerdo económico –que ya fue aprobado– para concretar lo que llamó "saldar una deuda moral" del distrito. "Si desde lo público en lugar de haberse negado este drama de Kheyvis se hubiera discutido, tal vez Cromañón no hubiera ocurrido", opinó. Por estos días se negocian los detalles –en especial la forma de actualizar intereses– de cómo se pagará ese resarcimiento.


"Yo siento que se burlan de nosotros", se queja a Tiempo Beatriz Tello, mamá de una de las víctimas (ver recuadro), representada por Carlos Piñero, abogado histórico de la causa y Diego Salvo. "Nosotros queremos que de una vez por todas se tome una decisión política y se acompañe desde lo político la decisión judicial y se termine. Que hagan todo el esfuerzo posible y que sea en esta gestión. Que no tengamos que juntarnos cuando se cumplan 30 años", dice Salvo, más como pedido que como exigencia.


Ceremonia en Olivos


Hoy a las 18:30, en la plaza Vicente López y Planes de la localidad de Olivos (Ricardo Gutiérrez y Salta), se realizará una ceremonia religiosa encabezada, como desde el primer aniversario, por el padre Diego Díaz Pumará. Allí se levantó un monolito en recuerdo de las víctimas de la tragedia ocurrida el 20 de diciembre de 1993, donde hoy también se descubrirá una placa. Se espera la presencia de familiares y amigos de los muertos y heridos y sobrevivientes; como también del otro hecho similar ocurrido once años después en el boliche Cromañón. El intendente de Vicente López Jorge Macri prometió asistir junto a su jefe de Gabinete y otros funcionarios como ocurrió en la misma fecha de 2011, unos días después de asumir en el cargo.


Presentación


La Corte Interamericana de Derechos Humanos estudia una demanda de familiares de víctimas de la tragedia de Kheyvis.


La presentación la hizo el abogado José Iglesias, padre de un joven muerto en la tragedia de Cromañón.


Embargado


En el predio donde funcionaba Kheyvis hay hoy un baldío, con basura y elementos en desuso del lavadero vecino. El terreno


está embargado por la Justicia.


"no hay solidaridad"


Leandro Buganem había estado el domingo en una quinta con amigos. Volvió a la casa familiar, picoteó y le pidió el auto a papá Raúl para ir a una fiesta de graduación del La Salle, donde él había egresado el año anterior, en Kheyvis. "No, hijo, el auto no te lo llevas. Además, estás cansado ¿para qué vas a ir?", sugirió el hombre. Además, el vehículo familiar, una rural Dodge 1500, no ofrecía garantías por una rotura en uno de los parantes que zarandeaba la carrocería de manera peligrosa. Raúl metió las manos en un bolsillo, sacó las llaves y se las tiró cómplice al joven. Horas más tarde, ya de madrugada, vinieron unos amigos de Leandro para sacarlo del sueño y darle la noticia infausta.


Corrió al lugar con la esperanza de que su hijo fuera uno de los sobrevivientes. Le dijeron que lo habían visto fuera del boliche. Fue el último en quedarse frente al lugar hasta que retiraron todos los cadáveres. Raúl tardaría bastante en confirmar que su hijo estaba muerto (había cadáveres irreconocibles). Hoy Raúl, que preside la asociación Padres de Kheyvis y trabaja en el Programa Nacional de Lucha contra la Impunidad de la Secretaría de Derechos Humanos, no se culpa de haber dado aquellas llaves. Si lamenta que la sociedad no los haya acompañado. "Hicimos muchas marchas y no llegamos a juntar 100 personas. Cuando aumentó el ABL había más 500. No hay solidaridad, se piensa a mi no me va a pasar", dice resignado.


"No me olvido más"


Sebastián "El Pollo" Bottero tiene 39 años, dos hijos y las marcas dentro y sobre el cuerpo de lo que sufrió en la madrugada del 20 de diciembre de 1993. Era uno de los RR PP y de los la barra de Kheyvis, al que recuerda como un club regenteado por quien no duda en llamar amigos, con los que incluso había armado otras disco. Admite que esa noche había más gente que la capacidad –"hoy pasa en todos lados"–, y que no había mucho control. Al estallar el fuego comenzó a colaborar en evacuar al público –rescata que la mayoría de los que murió trabajaba allí, como uno de los dueños Jorge Luis Fajardo, "sacó el 70% de la gente"–, hasta que se cortó la luz y una viga del techo que ardía lo golpeó y se desvaneció. Estuvo dos meses en el hospital del Quemado (uno en terapia intensiva) y un año entero de recuperación en casa paterna. "Para mí fue hace cinco minutos. No me olvidó más, ni quiero.


Me acuerdo todos los días. En mi próxima vida también me voy acordar. Lo cuento y me hace bien. Si me hubiese muerto me gustaría que otro también lo cuente", dice, tono monocorde, tal vez por años de relatar lo mismo. Bottero sufrió quemaduras en el 43% del cuerpo, inhaló mucho hollín y tiene la columna estropeada. No dejó de ir a bailar; volvió a trabajar con el dueño del boliche que sobrevivió (Osvaldo De Jesús) –fue testigo de cómo le enrostraron lo ocurrido hasta que murió–. Hoy corre maratones. Por lo vivido resulta una paradoja.


La mamá de DJ Gula


"A mí se me terminó el ruido, la música. Cada vez que me levanto a la mañana le digo a Darío que nos proteja. Y él nos cuida. Sé que algún día lo voy a encontrar. Fue un hijo muy buscado. El día más feliz de mi vida fue el que nació y el más triste cuando lo perdí". Marta Irene Villagrasa habla de su hijo Darío Pablo García, de 21 años, el disc jockey de Kheyvis, un oficio que abrazó a los 14 o 15 años, mientras los amigos comenzaban a disfrutar de bailar. Para esa edad tuvo un "bautismo" en New York City nada menos: DJ Dero lo dejó meter un enganche. Tres días antes de la tragedia que le arrasó la vida, DJ Gula, su incipiente nombre artístico, había ido a una discográfica de las grandes a retirar copias de un vinilo que lo había tenido como remixador protagonista.


Y la noche de aquel domingo 19 había ido al programa de Tinelli donde lo pasaron. La portada es una paloma sobre un cielo celeste y rojo fuego. Toda una premonición, para Marta. Aquella noche, como Sebastián Bottero, Darío no tenía que trabajar, pero pasó por el boliche y se quedó para dar una mano. Para Marta, ni todo el oro del mundo les devolverá la vida de los hijos perdidos. "(El ex intendente Enrique) García dice que lucramos con nuestros hijos. Que nos los devuelva", comenta. Cuando fue lo de Cromañón, ella fue hasta la morgue a llevar la solidaridad en nombre de los padres de Kheyvis. "Perdonennos, los abandonamos. Pensamos, a mi no me va a pasar", le dijeron.


Familias destrozadas


Cristián Gutiérrez cumplirá 20 años el 31 de diciembre. Es alto como el marco de una puerta y en la cara se descubren rasgos de la madre y del padre al que sólo conoció por fotos, comentarios y recuerdos de terceros. Once días antes de que él berreara por primera vez, su progenitor, homónimo y entonces de 21 años, había ido a trabajar a Kheyvis para cuidar el baño de hombres con Erica Gori, de 15, quien se encargaría del de damas. La joven era la hermana de su mujer Natalia, quien aún hoy llora la doble pérdida. O triple porque Erica estaba embarazada de seis meses, algo que descubrieron cuando ella también era un cadáver.


Ambos fallecieron en el sector de sanitarios como la mayoría de la víctimas, "como ratas", resume amargado Héctor, papá de Cristian. Ese domingo por la noche o madrugada de lunes, Cristian y Erica habían ido a cubrir a Beatriz Tello, mamá de ella y suegra de él, y su marido. Era para todos una changa más. Natalia recuerda que él no quería ir, estaba cansado y ella, con una panza enorme, también prefería que se quede. Pero apareció Erica y no pudo decirle que no. Betty suele volver hoy al lugar del hecho. Donde tuvo que poner muchas veces a secar los sillones de goma espuma que se empapaban con el agua del lava autos vecino, un detalle que siempre la hizo dudar de que esos hayan sido el foco del incendio que devastó tantas vidas idas y aún presentes. Fuente: infonews.com